En las charlas de café, durante el desayuno o tras el trabajo uno se reune con pequeños empresarios, con trabajadores responsables y con algunos amigos.
Dicen, decimos que no hay manera de hacer trabajar a los españoles. Ya no se trata de hacerlos mileuristas, ni se trata de cantidad de dinero. El español ya no quiere trabajar.
Echamos la culpa a las subvenciones, a los subsidios, al vivir del cuento y al sentimiento de la "juerga padre", "la alegría de la huerta", el "todo el campo es orégano" y el "quien no llora no mama". El caso es que para encontrar un trabajador, hay que tirar de inmigrantes, los que no ponen pegas a la movilidad laboral, los que no se niegan a dar una hora de más, los que de verdad se comprometen, se afianzan. No quitan los puestos de trabajo. Los ocupan.
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